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Rocky Horror Picture Show (1975): Culto a la Libertad y al exceso




Los años setenta llenaron el mundo de sana locura, y esta película es un claro ejemplo de como dejar de tomarnos en serio. Tan fascinante como difícil de definir.

Provocadora y con canciones increíblemente pegadizas, mucho sentido del humor y una alta parodia a las películas de terror de los años 30 y al cine de serie B. Sea como fuere, este cacao fílmico cumple con creces con su cometido.

Cuando una pareja (Susan Sarandon y Barry Bostwick) regresa de la boda de unos amigos, estalla una violenta tormenta y el coche se les avería. 

Así las cosas, no tienen más remedio que refugiarse y pasar la noche en un castillo, donde su anfitrión el doctor Frank-N-Furter  (Tim Curry), vive entregado a la fabricación de una especie de Frankenstein.

Con respecto a un guión y una historia, pues prácticamente no lo hay, pero personalmente nunca me había hecho falta menos un argumento "serio" para ver una película.

De hecho, creo que la escasez de trama (o, por lo menos, de trama coherente) es positiva en el sentido de que refuerza el estilo anárquico y despreocupado que es la base de su espíritu transgresor

En cuanto a las actuaciones, la mayoría son bastante aceptables y buenas. Tim Curry en el mejor papel de su carrera, interpretando a un villano transexual, y una joven y sorprendente Susan Sarandon, haciendo de heroína-tonta. 

No cabe duda de que esta película sin Tim Curry no hubiera sido ni la mitad de lo que es, mientras que si reemplazamos el resto de actores por otros, tiene pinta de que sí que seguiría siendo lo mismo, gracias al talento descontrolado de Tim Curry para esta interpretación.

Increíblemente cutre y absurda. Aún hoy en día, cuando la sexualidad y la libertad para vestir como nos de la gana ya no son tabú (o no deberían serlo), esta película sigue rompiendo barreras.

Tal vez haya una intención subyacente a propósito de los deleites carnales del ser humano y su incondicional promiscuidad. 

No se me ocurre nada más en cuanto a mensajes subliminales en este musical tan particular.

Cuando todo acaba y saltan los títulos de crédito, no tienes ni idea de que has visto, pero sin duda se queda en tu cabeza. Y es que es eso: ese descaro, esa libertad desmedida, el encanto de unos decorados y unos efectos especiales tan retro... resultan un esperpento entretenido.





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