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Conspiración de Silencio (1955): Alegato contra el racismo


En 1945, un hombre con un solo brazo llega al desolado pueblo de Black Rock. Es John MacReedy (Spencer Tracy) y busca a Joe Komaco, un granjero japonés cuyo hijo le salvó la vida durante la guerra.

El comportamiento de los vecinos es extrañamente hostil y grosero, y las preguntas de MacReedy sobre Komaco no reciben respuesta. 

Es evidente que ocultan algo, lo que despierta la curiosidad del forastero, que no está dispuesto a irse antes de descubrirlo.
Dentro de la filmografía del director John Sturges (“Los siete magníficos”, 1960) y en la carrera del bueno de Spencer Tracy, figura, en lugar destacado, esta “Conspiración de silencio”.

Una película llena de intriga, agradable sabor a western, personajes con una personalidad muy bien marcada, y una duración tan breve que hace que la cinta se nos pase en un soplido.

No es fácil retratar la América profunda, esa América rural, alejada de todo y de todos, con silencios impuestos y con historias ocultas. 

Pero no cabe la menor duda, de que gran parte del mérito de la cinta radica, en abordar un tema relativamente desconocido como fue la segregación y depuración.

Impuesta a los japoneses residentes en EE.UU. tras el ataque a Pearl Harbour, y el inicio de la II Guerra Mundial.

La historia puede parecer algo sencilla, ya que se lleva a cabo en un periodo cercano a 24 horas o un poco más. En ese tiempo John Sturges montará un trabajo sobrio, serio y bien estructurado. Un pueblo casi fantasma, 10 casas a lo sumo. Donde la última vez que paró el Expresso fue hace casi 4 años. Pocos habitantes, algo normal dado el número de viviendas.

Pero algo resulta extremadamente llamativo. Cuando John MacReedey se baja del tren, atrae no solo la atención de todos ellos, sino un odio inexplicable hacia su persona. 

El espectador se comerá el coco durante buen rato, intentará descubrir que motivo lleva a estas personas a provocar al recién llegado, sin causa alguna.

Mensaje antirracista aparte, el film se estrenó en uno de los momentos más difíciles que pasaba el mundo artístico en Hollywood con la famosa “Caza de Brujas”, que había iniciado el Senador Joseph MacCarthy.

Este proceso, llevó a juicio a cineastas, guionistas o incluso actores a sus comisionados de investigación sobre Actividades Antiamericanas.

Magistralmente caracterizados por el director, todos los actores resultan memorables en sus interpretaciones, singularmente Spencer Tracy -el elemento extraño que perturba la aparente calma del taciturno pueblo- y Robert Ryan, el líder racista de un grupo de descerebrados "patriotas".

Y a tener en cuenta el paisaje, desértico, montañoso, abrasador, que oprime a esos personajes y no les deja otra opción que un asumido aislamiento y un rechazo brutal a cualquier intento de cambio.

Con algo más de profundización habría pasado a la historia del cine como obra maestra, pero a nadie se le oculta que es esta una grandísima película.



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